domingo, 14 de noviembre de 2010

SE HACÍA TARDE

LA TARDE SE ESTABA YENDO, LAS ÚLTIMAS LUCES YA CASI NO SE VEÍAN A LO LEJOS, LA NOCHE ESTABA LLENÁNDOLO TODO DE SUS COLORES CARACTERÍSTICOS. ESE DÍA LO HABÍA PASADO ENTERO FRENTE A SU OBRA, NO HABÍA DADO NI UNA SOLA PINCELADA; PERO SENTÍA QUE HABÍA SIDO MUY PRODUCTIVO. REFLEXIONAR SOBRE LA PROPIA OBRA, DEDICARLE UN TIEMPO A SU CONTEMPLACIÓN, A DEJARSE ARRASTRAR POR LO QUE ELLA QUERÍA SUGERIRLE, NO ERA PERDER EL TIEMPO. APRENDÍA A CONOCERSE, A SENTIRSE, A BUSCARSE, A DESEARSE. ENCONTRABA SIEMPRE ALGO NUEVO, ALGO QUE PERMANECÍA OCULTO, ALGO PERDIDO QUE AFLORABA A LA SUPERFICIE CUANDO LA MIRABA CON OTROS OJOS, CON OTRA LUZ, CON OTRO INSTANTE.
A OSCURAS SE DIRIGIÓ A LA PUERTA, LA ABRIÓ Y LA CERRÓ TRAS DE ÉL, SE ENCAMINÓ AL FRÍO DE LA CALLE, A LA DESOLACIÓN DE LAS HORAS VACÍAS, A ENCONTRAR EL RUMBO PERDIDO DE LA SOLEDAD, A HUIR HACIA ADELANTE, A BUSCAR EL CAMINO DE  VUELTA A LA REALIDAD COTIDIANA, A ESA REALIDAD QUE TANTO ODIABA Y TANTO LE ATRAPABA, A ESA REALIDAD QUE SE ADUEÑABA DE ÉL HASTA AHOGARLO, A ESA REALIDAD RUTINARIA Y CRUEL QUE LE IBA ABSORBIENDO CADA DÍA LA VIDA.

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