ÉRASE UNA VEZ UN PEQUEÑO Y PRECIOSO RÍO QUE NACIÓ DE UNA GRAN Y MATERNAL MONTAÑA. ELLA LO CUIDÓ HASTA QUE SE HIZO GRANDE, LO AMAMANTÓ DE SUS MANANTIALES DE AGUAS CRISTALINAS Y LO MECIÓ EN SUS ESCARPADAS LADERAS; PERO LLEGÓ EL DÍA EN QUE TUVO QUE VOLAR DEL NIDO, LLEGÓ EL DÍA EN QUE TUVO QUE VALERSE POR SÍ MISMO, EN QUE SUS AGUAS ERAN TAN ABUNDANTES QUE DESBORDABA EL REGAZO DE SU MADRE, INUNDANDO CON ELLAS EL ENORME VALLE QUE SE ABRÍA FRENTE A SUS OJOS.
EL VALLE ESTABA POBLADO DE PLANTAS, DE ANIMALES, DE PERSONAS, PUEBLOS Y CIUDADES, DE UNA GRAN VIDA EXTERIOR A ÉL. SIN EMBARGO, EL RÍO SE SENTÍA SOLO. BEBÍAN DE SUS AGUAS, SE BAÑABAN Y NAVEGABAN EN ELLAS; PERO NADIE LE HABLABA, NADIE LO ESCUCHABA. SEGUÍA Y SEGUÍA SU CAMINO PREDESTINADO Y LO HACÍA SOLO, SOLO.
UN DÍA, CUANDO YA NO PODÍA NI ARRASTRAR SUS AGUAS, LLEGÓ AL MAR Y MUY LENTAMENTE SE FUE MURIENDO SOLO, SOLO.
No hay comentarios:
Publicar un comentario