AQUEL VERANO FUE MUY ESPECIAL. MI MADRE AÚN VIVÍA Y ESTABA LÚCIDA, TREMENDAMENTE LÚCIDA Y BELLA. LA ENFERMEDAD QUE LA MATÓ ESTABA LEJOS. ME DESPERTABA CON SUS BROMAS, ME MIMABA CON LA CAJITA QUE TANTO ME GUSTABA CURIOSEAR, ME DEJABA PINTAR EN EL BALCÓN Y ME DABA CISCOS PARA DIBUJAR EN LA TAPIA DE ENFRENTE. REMATABA MIS DIBUJOS A CARBÓN RESTREGANDO MANOJOS DE HIERBA QUE CRECÍAN A MIS PIES.
MI MADRE ME QUERÍA COMO NO LO HA HECHO NINGUNA MUJER. SU AMOR ERA INCONDICIONAL, COMO ESE AMOR AL QUE ASPIRAMOS Y NUNCA ENCONTRAMOS NI ENCONTRAREMOS PORQUE ESE AMOR INSTINTIVO, DE SANGRE, SOLO ESTÁ EN LAS MADRES, EN ALGUNAS MADRES, DE LAS QUE YO TUVE LA FORTUNA DE TENER UNA.
No hay comentarios:
Publicar un comentario