LA NOCHE DE REYES ME TRAE RECUERDOS DE MI NIÑEZ MUY ENTRAÑABLES. LA ILUSIÓN Y LA INQUIETUD CON LA QUE NOS ACOSTÁBAMOS MIS HERMANOS Y YO. NOS LEVANTÁBAMOS VARIAS VECES EN LA NOCHE PARA VER SI HABÍAN LLEGADO YA LOS REYES. ¡QUÉ BIEN LO HICIERON MIS PADRES! NUNCA LOS PILLAMOS. LA VERDAD ES QUE NO SÉ CÓMO SE LO MONTABAN PARA PONER LOS REGALOS SIN QUE NOS DIÉRAMOS CUENTA. CUANDO POR FIN, EN UNA DE LAS LEVANTADAS, ENCONTRÁBAMOS LOS DESEADOS JUGUETES, SALÍAMOS CORRIENDO CON ELLOS A LA HABITACIÓN DE MIS PADRES PARA ENSEÑÁRSELOS. YA FUERA LA HORA QUE FUERA SE ACABABA EL DORMIR EN NUESTRA CASA, Y NOS PONÍAMOS A JUGAR CON NUESTROS JUGUETES Y NUESTROS PADRES ENCIMA DE LA CAMA.
TAMBIÉN LA NOCHE DE REYES ME TRAE RECUERDOS ALGO MÁS TRISTES; PERO NO POR ELLO, DENTRO DE LO CRUEL PARA UN NIÑO, BONITOS POR EL GRAN ESFUERZO QUE HACÍA MI MADRE, A PARTIR DE LA MUERTE DE MI PADRE, EN CONSEGUIR UN JUGUETE, A VECES COMPARTIDO, PARA NOSOTROS. YA SABÍAMOS QUE LOS REYES NI DIOS EXISTÍAN. SI LO HUBIERAN HECHO NO HUBIERAN CONSENTIDO DEJARNOS SIN NUESTRO PADRE, Y POR ELLO SABÍAMOS QUE ERA NUESTRA MADRE LA QUE HACÍA EL GRAN ESFUERZO DE ENCONTRAR ALGÚN JUGUETE BARATO PARA NOSOTROS, Y LO AGRADECÍAMOS MUCHO MÁS QUE CUANDO NOS LOS TRAÍAN LOS REYES -A ESTOS NO LES COSTABA TANTO-.
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